El pueblo se pronunció masivamente contra el régimen
El pueblo hondureño convirtió las elecciones generales del pasado 28 de noviembre en un verdadero plebiscito contra el gobierno del Partido Nacional encabezado por Juan Orlando Hernández.
La incertidumbre y el temor ante un nuevo fraude montado por los delincuentes enquistados en el poder dio paso a una masiva votación contra los candidatos nacionalistas y a favor de la candidatura presidencial de Xiomara Castro de Zelaya del Partido Libre.
Al momento de escribir estas líneas, y tomando en cuenta que se trata de datos preliminares, con un 52% de actas trasmitidas por el Consejo Nacional Electoral, Xiomara Castro obtiene un 53.49% de votos contra un 33.98% del candidato Nacionalista Nasry Asfura y un 9.21% de Yani Rosenthal del Partido Liberal. Triunfa en 17 de los 18 departamentos del país y en las alcaldías de Tegucigalpa y San Pedro Sula. A última hora el candidato nacionalista reconoció el triunfo de Xiomara así como el Departamento de Estado gringo.
Fuera los cachurecos
La tensión vivida los días previos al proceso electoral, con los antecedentes de los fraudes del 2013 y 2017, más el clima de violencia y asesinato de algunos candidatos a elección y la campaña de odio desatada por el régimen, volcaron masivamente a la población a las urnas en una de las mayores participaciones de los últimos veinte años.
Motivados por la Alianza de último momento realizada entre el Partido Libertad y Refundación, el Partido Salvador de Honduras y el Partido Innovación y Unidad, la población votó en plancha por sus candidatos provocando el derrumbe estrepitoso del Partido Nacional. El PN pierde la Presidencia de la República, pierde la primer minoría del Congreso (pasa de 61 diputados a 42, Libre de 30 a 50); y además los nacionalistas pierden las dos alcaldías más importantes del país: Tegucigalpa (Libre: 48.2% PN: 32.7%) y San Pedro Sula (Libre: 62.33% PN: 22.58%).
Mención aparte merece el otrora pilar del bipartidismo durante más de 100 años: el Partido Liberal que tras el golpe de estado del 2009 que provocó su división dando lugar al surgimiento de Libre, en el actual proceso no pasa de un 10% en casi todos los niveles electorales salvo muy pocas excepciones.
El triunfo del SE VAN
La derrota del Partido Nacional es un triunfo del pueblo hondureño que se volcó a la única alternativa electoral que podía triunfar: la candidatura de Libre potenciada electoralmente con la alianza con Salvador Nasaralla del Partido Salvador de Honduras (de centro derecha), con Doris Gutiérrez del Partido Innovación y Unidad (socialdemócrata) y con un fuerte respaldo de diversas fuerzas sociales que se denominó Alianza con el Pueblo y en la que destacan Pedro Barquero, presidente de la Cámara de Comercio e Industria de Cortés, fuerte opositor del gobierno nacionalista, Roberto Contreras, empresario emprendedor de San Pedro Sula que se incorporó como candidato a Alcalde de la ciudad industrial obteniendo un resonante triunfo; además de las organizaciones docentes, sindicales y populares que desde hace años respaldan las propuesta de Libertad y Refundación.
Esta alianza canalizó todo el odio a Juan Orlando Hernández, su Partido Nacional y al régimen delincuencial que durante doce años tuvo sometido al pueblo hondureño y que en los últimos meses vio crecer a niveles impresionantes el descontento debido al manejo de la pandemia del COVID 19; a la venta del territorio nacional a través de las ZEDES y a las acusaciones de narcotráfico ventiladas en Nueva York contra numerosos miembros del actual gobierno incluyendo el propio presidente.
Al mismo tiempo la Alianza electoral se mostró como el único camino para derrotar la dictadura, después de años de desmovilización y desarticulación del movimiento popular, que acabó con el poderoso movimiento obrero, campesino, indígena, magisterial y popular de la primer década del siglo XXI, que mediante la independencia de clase y la democracia interna directa había logrado poner contra las cuerdas a gobiernos liberales y nacionalistas.
La combinación del odio al régimen y de falta de alternativas de lucha popular hicieron que la consigna SE VAN se convirtiera en movilizadora a la hora de ir a votar, logrando un enorme triunfo popular. Guardando las distancias, el proceso electoral del 28 de noviembre tuvo el mismo carácter que el triunfo del NO en el plebiscito de Pinochet de 1988.
Estos dos días que han transcurrido desde la masiva votación han provocado oleadas de alegría popular y un relajamiento masivo de las tensiones que se vivieron la última semana con tiendas blindando sus establecimientos y compras masivas en los supermercados “por las dudas”.
El inicio del fin de la dictadura es un hecho.
Compromisos, ilusiones y esperanzas
La combinación de factores que permitieron el inicio de la derrota de la dictadura han abierto esperanzas, ilusiones y compromisos de los más diversos y opuestos sectores de la sociedad.
De un lado está la esperanza generalizada del pueblo sobre todo de quienes no se consideran miembros de Libre, de que las cosas puedan empezar a cambiar. Que es necesario terminar con la corrupción metiendo presos a los que saquearon el estado; que es necesario desmilitarizar el país y acabar con el autoritarismo; que hay que derogar inmediatamente la ley de creación de las Zedes para recuperar nuestro territorio nacional; que hay que restituir los derechos conculcados en estos doce años. Una esperanza que pone un compás de espera a las oleadas de migrantes descorazonados de la situación del país.
También está la ilusión de sectores más comprometidos en todo el proceso de construcción de Libre y sus propuestas que esperan soluciones más estructurales a mediano plazo como la convocatoria a Constituyente; una profunda reforma del sistema educativo y de salud terminando con las privatizaciones; el fin de la política extractivista que arrincona a las comunidades que luchan por la defensa de su territorio y los bienes comunes; la aprobación de los derechos de las mujeres incluidos el aborto por las tres causales; y un enorme etcétera producto del fracaso del sistema capitalista dependiente hondureño que nos condujo a la barbarie juanorlandista.
Pero también están los compromisos de los diferentes sectores que confluyeron en el proceso electoral en el SEVAN y en particular los de último momento –sectores opuestos a la ideología de las bases de Libre– como son los empresarios de la Costa Norte, el Partido Salvador de Honduras, la propia embajada norteamericana y algunos sectores liberales que pese a haber sufrido una catástrofe electoral, con su veintena de diputados tienen una fuerte carta de negociación en el Congreso Nacional. Eso sin mencionar el llamado a la “reconciliación” hecho por la presidenta electa y que ha sido aplaudido por dirigentes del derrotado régimen nacionalista.
Esta combinación de factores plantean un escenario sumamente complejo en el terreno político para el pueblo trabajador que no tiene representación propia independiente para hacer valer sus derechos conquistados en estos 12 años de lucha contra la dictadura.
Como dijimos anteriormente, el proceso de desmantelar la dictadura apenas empieza y junto a la alegría y esperanzas abiertas el 28 de noviembre debemos empezar a tomar conciencia de las dificultades y mediaciones que buscarán detener el proceso de cambio. Situación que nos debe llevar a recuperar los espacios organizativos y democráticos destruidos por la represión y el autoritarismo para reconstruir desde las bases una poderosa organización que agrupando al pueblo trabajador pueda levantar una alternativa propia de los oprimidos y explotados.