(Polémica entre Las Rojas de Argentina y el Partido Obrero de Argentina)
El PO insiste en que el feminismo socialista es imposible, esta vez con una nota en la que Olga Cristóbal transcribe unas cuantas citas de Clara Zetkin[1], donde ésta dice que no hay que seguir al feminismo (burgués) sino que hay que luchar por el socialismo, porque sólo el socialismo podrá emancipar a las mujeres.
Ocurre que en la época de Clara (principios del siglo XX) el feminismo reformista (al que llamamos burgués porque no es socialista, aunque en él militaban tanto burguesas de terror como activistas obreras), que luchaba por equiparar los derechos de mujeres y hombres dentro del capitalismo, era de masas y muy combativo, y era a esa corriente a la que se llamaba “feminismo” por entonces. Los socialistas revolucionarios, que además vivían en una época revolucionaria, obviamente luchaban por ganar a las mujeres trabajadoras, y también a las luchadoras reformistas, para las posiciones de la revolución socialista, para lo cual debatían calurosamente contra el reformismo y buscaban diferenciarse hasta en el nombre.
Pero, afortunadamente, no lo hacían sólo repitiendo generalidades como “sólo el socialismo liberará a las mujeres”, ni por la negativa, declarándose “no feministas”. El marxismo, el leninismo y el trotskismo han construido un programa específico para la emancipación de las mujeres, que consiste en la abolición de la división del trabajo entre los géneros: integración plena de las mujeres a la producción social, socialización del trabajo doméstico (Engels).
Al contrario del PO, que considera que el capitalismo es un edificio que sostiene al machismo en la terraza (Altamira), los bolcheviques consideraban que la opresión de las mujeres era una de las columnas que sostenían al capitalismo, y que si no lograban superar el atraso de la familia patriarcal, no iban a poder construir el socialismo. Trotsky se cansó de escribir sobre el tema y de animar todas las experiencias de familias comunales que se empezaban a hacer; y los bolcheviques en el poder intentaron llevar el programa de Engels adelante con todo lo que el pobre desarrollo de la economía les permitía.
¿Cómo se llama alguien que lucha por el programa socialista de emancipación de las mujeres? ¿Socialista? ¿Nada más? Aunque ese programa se realice con el socialismo, no se va a realizar automáticamente, sino a partir de un plan consciente, y a los planes conscientes hay que ponerlos en palabras. A partir del movimiento feminista de los 60, todos los marxistas que se interesaron en aportar a la lucha de las mujeres una perspectiva socialista, empezaron a llamar “feminismo socialista” a la idea de que la emancipación de las mujeres no consiste en reformas (aunque luchemos por reformas) ni en igualdad formal de derechos (aunque luchemos por ellos), sino en el viejo plan que el marxismo sostiene desde el siglo diecinueve, el de incorporar a las mujeres a la producción y socializar el trabajo doméstico, plan que sólo puede realizarse con el socialismo. Eso es ser “socialista feminista” o “feminista socialista”.
Más allá de si a los compañeros del PO les gusta o no el nombre “feminista”, el hecho es que en ninguna de sus notas ni debates ni en ninguna parte de su discurso se expresa cuál es su programa socialista para la liberación de las mujeres. Y eso es lo que hay que discutir: ¿defendemos “la familia obrera”, o luchamos por la abolición de la familia como la conocemos hasta hoy, para reemplazarla por formas comunales de organización doméstica que rompan las cadenas que atan a la mujer al trabajo esclavo de reproducción?
Estas cuestiones estratégicas, de “largo plazo”, no son para discutir después de la revolución: son las que conforman las políticas que se siguen aquí y ahora. Por ejemplo: si consideramos que la opresión de las mujeres es un elemento constitutivo de la sociedad de clases, que es un arma de los explotadores para sostener la propiedad privada y la explotación, vemos al femicida, al violador, al golpeador, no como un “obrero” al que hay que educar, sino como un enemigo de su clase, que ejerce la violencia contra su clase, que sirve a los explotadores en el trabajo de mantener a la mujer sojuzgada. Entonces luchamos para que se pudran en la cárcel o (si tenemos con qué) sufran el castigo de la justicia popular, como los policías de gatillo fácil, los matones a sueldo de la patronal y los represores de las fuerzas armadas.
Si, en cambio, crees que la opresión de género es una cuestión cultural, que está apoyada “encima” del capitalismo, te apresuras a diferenciarte, como dice Prensa Obrera, de “las corrientes que levantan un programa punitivo”, o sea de los que queremos meter presos a los violentos, y sólo le reclamas al gobierno que ponga más refugios para que las mujeres se escondan allí hasta que llegue el socialismo y/o los “obreros” se eduquen.
El afán del PO por diferenciarse del feminismo reformista se termina en el nombre, porque su programa socialista para la emancipación de las mujeres brilla por su ausencia.
[1] Clara Zetkin fue una dirigente socialista que nació a mediados del siglo XIX. Afín a las posiciones del bolchevismo, luchó junto a Lenin y los suyos para que los derechos de las mujeres fueran parte del programa de la internacional socialista y sus partidos. A instancias de Clara se instituyó en 1913 el 8 de marzo como Día Internacional de la Mujer Trabajadora.