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Presentación

La realidad hondureña se presenta cada vez más compleja. Tras el golpe de estado del 2009 y la derrota del movimiento de masas organizado, nuevas expresiones de descontento de masas aparecen en nuestro país. Al mismo tiempo, la consolidación del régimen bonapartista no puede ocultar la profunda crisis del sistema capitalista hondureño de la cual los conflictos interburgueses son una de sus expresiones. Paralelamente, la injerencia del imperialismo norteamericano alcanza su máxima expresión desde el surgimiento del capitalismo moderno en nuestro país.

Frente a esta realidad, se desmoronan –uno tras otro– los “relatos” surgidos tras el golpe micheletista: la “resistencia”, los “indignados”, la “toma del poder por la vía electoral”, el “socialismo liberal”, la “primavera” juvenil, etc. etc. Y junto con ello crece el descontento con los “líderes”: Mel Zelaya, los dirigentes gremiales y sindicales, con los nuevos “lideres indignados”.

Pese a ello, los dirigentes y sus programas políticos post golpe de estado, no son reemplazados con alternativas revolucionarias debido a la falta de un fuerte polo revolucionario, y “nuevos” relatos reemplazan a los viejos y nuevos “líderes” ocupan el lugar de los desgastados.

En este marco, la única clase revolucionaria: la joven clase obrera atraviesa uno de sus peores momentos. Bajos salarios, desempleo, pérdida de conquistas históricas, desorganización y fragmentación, debilitamiento histórico de las expresiones gremiales y sobre todo una costra burocrática que impide sistemáticamente a los trabajadores organizados defenderse frente a los embates del capital. Olvidada por todos los “nuevos” relatos, invisibilizada por las direcciones políticas y sustituida incluso por organizaciones revolucionarias, la nueva generación de trabajadores y trabajadoras va haciendo una experiencia con el capitalismo hondureño y buscando alternativas.

La gran tarea del momento es la construcción de dicho polo revolucionario entendido como el relanzamiento de una estrategia revolucionaria basada en la más intransigente independencia de clase al calor del debate y la intervención política y constructiva común.

Desde este punto de vista, nuestro pequeño núcleo fundacional, enfrenta un enorme desafío: consolidar su armazón teórica, sistematizar sus análisis y política y fortalecer su construcción avanzando en los aspectos organizativos que la situación demandan.

Este documento tiene por objetivo empezar a sistematizar nuestras elaboraciones políticas que nos permitan un marco en la intervención en la lucha de clases y al mismo tiempo sentar las bases para una verdadera “revolución” organizativa en nuestras filas a partir de lo acumulado en estos años.

Marco internacional

Un ciclo de rebeliones populares y de recomienzo histórico[1]

El marco más general del desarrollo de la lucha de clases actual, es el período abierto a partir del principio del siglo XXI, que nuestra corriente ha caracterizado como un ciclo de rebeliones populares. Esta definición fundamental (que nos parece de gran utilidad) tiene como objetivo remarcar que estamos en un ciclo de un signo distinto al que se abrió con la caída del Muro de Berlín y la Unión Soviética.

Sin duda, la caída del Muro significó en lo inmediato un fuerte retroceso de las organizaciones de izquierda y del movimiento obrero, y constituyó un aliciente a la contrarrevolución neoliberal desencadenada años atrás, que avanzó sobre conquistas históricas de la clase trabajadora. A esto hay que agregar, en un sentido más estratégico, lo que hemos dado en llamar crisis de la alternativa socialista, producto de la caída del “socialismo realmente existente” y de una ofensiva ideológica de la burguesía alrededor del “fin de la historia”, el “fracaso del socialismo” y el capitalismo como único horizonte posible.

La caída de la URSS significó el trastocamiento a escala planetaria de relaciones sociales, económicas y políticas. No sería materialista desconocer las profundas huellas que este hecho ha dejado en el movimiento obrero actual. De la misma manera es de decisiva importancia llevar adelante una elaboración teórica y estratégica que permita comprender por qué los estados donde el capitalismo había sido expropiado, llegaron a esa situación.

Pero lo que caracteriza principalmente la situación actual no son las derrotas heredadas del pasado –cuyos efectos aún persisten­–, sino la entrada en escena de una nueva generación, que viene protagonizando [enormes luchas]. La incipiente recomposición del movimiento obrero, juvenil y militante, es la base material de un reinicio de la experiencia histórica de los explotados y oprimidos que viene ocurriendo. Esto, con todos sus límites, plantea batallar por el relanzamiento de la lucha por el socialismo.

Las rebeliones populares de América Latina y su posterior generalización (luego de la crisis económica comenzada el 2008) al resto del globo, están siendo un gran laboratorio de la lucha de clases, de clarificación y evolución política de amplios sectores. Al hacer sus primeras experiencias de lucha, esta nueva generación no está atada a los partidos tradicionales, presenta rasgos antiburocráticos y combativos, y se encuentra abierta e incluso simpatiza con la izquierda.

En este contexto general, la actual coyuntura se expresa en una sostenida crisis económica que atraviesa distintos momentos siendo el actual el marcado por el desaceleramiento de la economía China, sus repercusiones en las bolsas de valores de todo el mundo y en particular en Latinoamérica. Coyuntura que sigue a los golpes sufridos por la economía norteamericana en el 2008, y la crisis general europea posterior. Todas con enormes repercusiones en todo el mundo.

Esta crisis ha llevado a una polarización a nivel mundial profundizando e internacionalizando los conflictos regionales (Medio Oriente, Corea, países árabes); al mismo tiempo que explica el desgaste de los nuevos reformismos (Socialismo siglo XXI, Syriza, Podemos, etc.) y sus políticas de corto alcance que permiten el giro a la derecha electoral.

Sobre estos nuevos elementos profundizaremos con las elaboraciones de la próxima reunión de la Corriente Internacional del mes de febrero.

Situación nacional

La contradicción del momento

La actual coyuntura se caracteriza por un gobierno relativamente fortalecido frente a un movimiento popular y social debilitado, en el marco de una profunda crisis del sistema capitalista hondureño y con una injerencia del imperialismo norteamericano superior a la que hemos visto en los últimos 50 años.

Una economía estancada pese a la violencia de los ajustes aplicados que sobrevive por las remesas y el narcotráfico, en medio de una profunda crisis social con miles de trabajadores y trabajadoras migrando en busca de empleo a EEUU o España; y con una espiral de delincuencia, crimen organizado y homicidios amparados en una casi total impunidad. Y como consecuencia de esta situación una corrupción que corroe toda la sociedad.

En los últimos 8 años Honduras ha venido atravesando una sucesión de hechos que muestran la magnitud y profundidad de la crisis. Entre ellos podemos mencionar como más importantes (por diferentes razones) los paros cívicos del 2008 (el movimiento popular coloca claramente a su favor la relación de fuerzas con el gobierno de turno expresado en capacidad de movilización, coordinación y resistencia a la represión); el golpe de estado del 2009 (la burguesía guiada por EE.UU. se ve obligada a destruir el régimen democrático bipartidista para detener al pueblo movilizado y al giro prochavista del gobierno); los fraudes electorales del 2009 y 2014 y el control institucional (institucionalización del golpe de estado mediante un régimen represivo y autoritario); la movilización de los indignados de mayo-julio del 2015 (ruptura de la clase media con el gobierno de JOH por la corrupción del partido de gobierno); y el derrumbe del grupo Continental en octubre (expropiación de uno de los más grandes grupos capitalistas de Centroamérica). La profundidad de la crisis puede medirse incluso con la extradición de personajes como Callejas y Hawit (por el escándalo de la FIFA) y el involucramiento de varios dirigentes de los equipos de futbol en casos de corrupción y crimen organizado.

Cada una de estas crisis generó una coyuntura con características propias y muchas veces contradictoria en la cual los sujetos participantes han intercambiado roles y que muchas veces ha provocado la crisis de las organizaciones de izquierda que van del sectarismo al oportunismo.

Poder ubicarse ante esta cambiante situación es impensable sin tener claridad sobre la profunda crisis del sistema capitalista hondureño.

Crisis estructural del capitalismo hondureño

La república bananera y los regímenes dictatoriales

El capitalismo hondureño estuvo marcado todo el Siglo XX por la producción bananera. Las compañías bananeras norteamericanas no sólo controlaban el principal producto de exportación de Honduras sino que éste era el eje central de la economía. A partir de allí controlaron los diferentes regímenes políticos y a los gobiernos que los formaron.

En el siglo XX la actividad económica de Honduras a nivel internacional aumentó considerablemente. Entre 1913 y 1929, sus exportaciones agrícolas aumentaron de US$ 3 millones (US$ 2 millones venta de banano) a US$ 25 millones (de dólares US$21 millones en venta de banano) hacia Estados Unidos. Este crecimiento en las exportaciones contó con el respaldo de más de US$ 40 millones de inversión en infraestructura para Honduras, por parte de las compañías bananeras. (Wikipedia)

En la etapa mundial del surgimiento del imperialismo, mientras las grandes potencias se repartían el mundo en la Primer Guerra Mundial, los EEUU controlaban América Latina mediante intervenciones armadas, imposición de dictadores y control económico.

En Honduras las compañías bananeras le dieron forma al capitalismo hondureño, provocando una sustitución de la incipiente burguesía nacional y al mismo tiempo proletarizando las masas campesinas.

Hasta 1930 la feroz competencia entre compañías bananeras incentivó los conflictos políticos internos provocando levantamientos militares y guerras civiles entre caudillos apoyados por una u otra compañía, que impidieron la formación de regímenes y gobiernos estables.

Con la unificación de la United Fruit Company y la Cuyamel Fruit Company a inicios de la década de los 30, los conflictos desaparecen y el abogado Tiburcio Carías se convierte en el protegido de la UFCO dando inicio a un régimen dictatorial que duró 16 años. Carías se impuso en un proceso electoral y fue reformando la constitución para perpetuarse en el poder combinado con la persecución a la oposición, y una brutal represión contra los movimientos populares y sociales.

Con el fin de la Segunda Guerra Mundial y el avance de los procesos revolucionarios y democratizadores en el mundo, en Honduras, crecieron las luchas populares y con la Huelga de los obreros bananeros de 1954 acompañada por la mayoría de los trabajadores de entonces y apoyada por el conjunto de la población, el imperialismo tuvo que introducir cambios en la forma de dominación, en las instituciones políticas y al mismo tiempo permitir el surgimiento de una burguesía nacional.[2]

Estos cambios terminaron con el cariato y sus órganos represivos siendo reemplazados por las modernas FFAA como el pilar de los nuevos regímenes autoritarios (respaldadas por los tratados militares de 1954) ya sea estando ellas al frente del gobierno o tras presidentes electos democráticamente (con más o menos fraude).

Al mismo tiempo Honduras empezó a tener una importancia estratégica en la geopolítica regional actuando como contención de los movimientos reformistas y revolucionarios de Centroamérica (Guatemala 1954, Nicaragua y El Salvador 1980).

La crisis estructural del capitalismo hondureño en el siglo XXI

En el contexto de los procesos revolucionarios de los 80 del siglo pasado, y con el retroceso de la producción bananera (tras un proceso iniciado a partir de mediados de la década del ’50 con el pago del impuesto sobre la renta, el fin de los comisariatos, el surgimiento de nuevas empresas nacionales y de nuevos países productores y el debilitamiento y quiebra de la UFCO a mediados de los 70), resurgen las contradicciones interburguesas provocando la crisis del régimen asentado en las FFAA y se entra por primera vez en un régimen democrático burgués bipartidista, con amplias libertades democráticas, elecciones más o menos limpias y alternabilidad en el poder, subordinación de las FFAA al poder civil y un funcionamiento de los tres poderes, con profundas debilidades pero más o menos independientes entre sí. La base material la daba el surgimiento de nuevos sectores económicos al par de la producción bananera.

Sin embargo, tras 25 años, el régimen democrático burgués bipartidista entró en crisis debido a que no surgió una nueva actividad económica que permitiera estructurar la vida económica y política a su alrededor, acelerado por la devastación que causó el huracán Mitch y en momentos que se impulsa un nuevo proceso mundial de reparto del mundo mediante los bloques económicos.

La diversificación económica da impulso a la industria de la maquila, al aumento de la producción cafetalera y al surgimiento de la industria del turismo, al par que se intenta desarrollar los productos no tradicionales para la exportación. Sin embargo, ninguna de ellas logra convertirse en el eje articulador de la economía nacional y eso hace que ningún sector burgués logre consolidar su poder en el país. Pese a que hay rubros (telecomunicaciones, energía, agroindustria) que son la base del surgimiento de nuevos actores burgueses cuyos capitales crecen exponencialmente.

La maquila se encuentra estancada en la generación de empleo y en el valor de las exportaciones pese a ocasionales incrementos en la producción. El café sujeto a la variación de precios internacionales y a las pestes. El turismo se encuentra muy limitado por los niveles de violencia del país. Y las exportaciones no tradicionales y la minería no aportan significativamente ni al PIB ni a la generación de divisas.

A partir del Siglo XXI esta debilidad estructural es mediatizada primero con la llegada de remesas que se convierten en el principal proveedor de divisas producto de la migración masiva hacia EEUU; y después con las actividades económicas generadas por el narcotráfico.

En 1998 año en que el huracán Mitch azotó a Honduras, se recibieron en US$ 220 millones por remesas familiares, que se multiplicaron por diez en términos nominales hasta alcanzar un monto de US$ 2.359 millones en 2006. En el 2010 las remesas repuntaron hasta 2.529 millones, después de una breve caída en el 2009.32

Las remesas se han convertido así en una de las principales fuentes de divisas del país, al haber superado en 2002 los ingresos por servicios de transformación de bienes (maquila). En 1999 las remesas sobrepasaron los ingresos por la exportación de banano, en el 2001 al café y desde 2005 la suma de las exportaciones totales. Desde el punto de vista macroeconómico, las remesas, representaron un 7,5% del PIB en 2001, el 12,8% en el 2004, un 20,8 en el 2007 y el 19% en el 2010.

AÑO 2010 2011 2012 2013 2014
REMESAS (millones) 2,511.11 2,722.40 2,891.80 3,082.70 3,353.20

Fuente: Reportes BCH

Las remesas son la principal fuente de ingreso de divisas y contribuyen a paliar el déficit comercial y ayuda al pago de la deuda externa. Juegan un papel fundamental en el ingreso de las familias compensando el desempleo y los bajos salarios. No obstante económicamente no contribuyen a fortalecer la economía ya que se invierte en gastos de consumo en muchos casos importados. Además tiene el inconveniente de estar en contradicción con la política migratoria de EEUU sobre todo en tiempos de crisis.

Finalmente el narcotráfico (del cual no existen cifras ni datos serios) ha jugado un rol económico fundamental en regiones enteras como el caso del Aguán. Además de los altos ingresos que genera para los directamente involucrados (y que se traducen en consumo e inversión); mediante el lavado de activos genera empleo en diversas áreas económicas siendo un factor de “desarrollo” en regiones como por ejemplo el Aguán y Copán. La magnitud del impacto económico que genera el narcotráfico puede medirse en el caso de los “Cachiro” y el Grupo Continental (siendo sólo un par de casos de toda la red vinculada al narcotráfico en nuestro país). Este rubro también choca con los intereses gringos.

A partir de esta realidad económica, el gobierno, siguiendo la lógica del neoliberalismo a ultranza apuesta a la venta del territorio como una forma de crear desde el estado una nueva economía de enclave como en los tiempos de oro de las bananeras.

La actual coyuntura económica

Tras el golpe de estado del 2009, el régimen quedó con la manos libres para implementar un violento plan de ajuste en el marco del modelo neoliberal. Tres aspectos fueron los centrales: una brutal transferencia de ingresos de los sectores asalariados a favor de la burguesía; un acelerado proceso privatizador de empresas y servicios públicos; y una dura política fiscal enfocada hacia el consumidor final, las profesiones independientes, el comercio y la pequeña empresa.

Esta política impulsada con el visto bueno del FMI tiene por objetivo garantizar el pago de la deuda externa (pública y privada) y poner en manos de los capitales extranjeros los principales recursos del país. Por esta razón, y a pesar de la reducción del aparato de estado y la privatización de los servicios públicos, el déficit fiscal continúa en aumento, provocando nuevo endeudamiento, en un ciclo en el que el sacrificado es el pueblo hondureño, mientras la burguesía incapaz de ofrecer otra alternativa a los dictados imperialistas se conforma con las migajas que caen del aparato de estado mediante la corrupción, la impunidad y todo tipo de enriquecimiento incluyendo el lavado de activos.

El Foro Social de la Deuda Externa (FOSDEH), reveló que la deuda pública de Honduras ha crecido en un 90 por ciento en los últimos años. La deuda pública pasó de 4,800 millones de dólares en 2010 a una cifra de 9,000 millones en 2015. (FOSDEH, 2015)

El régimen: sus objetivos y sus debilidades

El triunfo del golpe de estado del 2009 permitió la instalación de una nueva institucionalidad o lo que es lo mismo un nuevo régimen político.

Recordemos que si bien el Estado es el instrumento de dominación de la clase burguesa sobre el resto de clases explotadas y oprimidas, dicha dominación no siempre se realiza de la misma forma y con las mismas instituciones. Unas veces, la dominación se realiza con las instituciones de la democracia burguesa, otras mediante instituciones dictatoriales, existiendo numerosas combinaciones entre ambas que es fundamental caracterizar. La forma de dominación está determinada por la relación de fuerza entre las clases, la situación de la propia burguesía y los intereses políticos del imperialismo.

En el caso particular del gobierno de Juan Orlando Hernández, estamos ante un régimen asentado en instituciones que formalmente son parte de la democracia burguesa pero que han vaciado su contenido de democracia formal para ser reemplazado por la imposición autoritaria, de facto, dictatorial según las necesidades del imperialismo y la burguesía hondureña.

La propia “legitimación” del gobierno mediante mecanismos electorales fraudulentos, pasando por el descabezamiento e imposición (mediante diversas figuras pseudo legales) de los miembros de la Corte Suprema de Justicia, del Fiscal General, del Tribunal Supremo Electoral, del Procurador General, del Comisionado de los Derechos Humanos, son lo opuesto a cualquier modalidad de democracia burguesa formal, en particular la existente en Honduras en las décadas anteriores.

Dichos cambios no son poca cosa. Recordemos que en 1984, cuando el gobierno liberal de Suazo Córdova quiso imponer las mismas medidas que Juan Orlando Hernández, estalló una profunda crisis política interburguesa con movilizaciones populares que impidieron las medidas dictatoriales y dieron paso a la instauración del régimen democrático burgués bipartidista (asentado en la llamada Alternativa “B” en el proceso electoral y en el Pacto de Unidad Nacional, entre liberales y nacionalista, tras la toma de posesión de Azcona como presidente.

En el caso de JOH, el asalto a la democracia formal burguesa ha triunfado.

Pero como en todo régimen autoritario, de facto, ese cambio y control sobre las instituciones, sólo es posible mediante el uso, el respaldo y el control de la fuerza militar y represiva. Y éste es el aspecto fundamental del régimen actual.

Se ha militarizado la sociedad, con la excusa de la lucha contra el crimen organizado, el narcotráfico, la extorsión y la delincuencia en general. Se han creado nuevas fuerzas policiales y militares, de investigación y de inteligencia, y nuevas leyes que dejan sin efecto las garantías constitucionales sobre la libertad y la dignidad humana.

Y sobre todo, se ha incrementado la presencia e injerencia de las tropas militares gringas como parte de la geopolítica militar del imperialismo norteamericano. (Amaya, Tras la sombra de Carías, 2014)

“En el marxismo, a este régimen político, se le llama BONAPARTISMO[3] (régimen totalitario, en el que un individuo, se pone por encima de las clases y sectores, arbitrando entre ellos, apoyándose en el aparato estatal, fundamentalmente en el ejército), es el resultado en la superestructura del golpe de estado del 2009 y que –al no ser derrotado– se mantiene, avanzando en sus objetivos económicos, políticos e institucionales.

No se trata de la clásica reacción democrática, estamos ante una nueva forma dictatorial en la que los viejos métodos: militarización (bases militares gringas y ejército en las calles); políticas de guerra civil contra la población (Bajo Aguán), criminalización de la protesta social (persecución a las organizaciones gremiales y asesinato de activistas sociales y populares), es decir la represión y la impunidad; se combinan (sin llegar a ocultarse) con mecanismos electorales establecidos exclusivamente para neutralizar la protesta social, quedando en manos de las cúpulas de los grupos político-económicos la negociación (a veces violenta) de las cuotas de poder.” (Tinta Roja 2)

El movimiento de masas: entre lo colectivo y la fragmentación

En este contexto general de crisis de acumulación capitalista y de conflictos interburgueses, el elemento central –determinante– es el movimiento de masas, su organización y sus direcciones.

Desde este punto de visto podemos ver tres momentos diferentes.

Previo al golpe de estado, el movimiento de masas se expresaba centralmente alrededor del movimiento popular organizado que se venía consolidando alrededor de los sindicatos y gremios magisteriales, incluyendo organizaciones campesinas, comunales y populares de diversas regiones del país. La Coordinadora Nacional de Resistencia Popular era el espacio aglutinador y coordinador del movimiento con una estructura regional de base y una dirección colectiva que rotaba periódicamente. En su seno participaban las organizaciones políticas de izquierda (con mayor o menor injerencia), y no estaban los partidos de la burguesía a pesar que muchos de los sectores de base simpatizaran con liberales o nacionalistas. Las tomas de decisiones eran democráticas y había avanzado a la realización de tres paros cívicos en el año 2008 y lanzado la Candidatura Independiente Popular (Carlos H. Reyes, Bertha Cáceres, Maribel Hernández y Carlos Amaya), iniciando un proceso de independencia política muy importante.

La principal tensión estaba dada por las corrientes provenientes del viejo stalinismo y el trotskismo que confluía con diversos grupos de base en diferentes regiones y con corrientes de diverso tipo.

Tras el golpe de estado, el movimiento de masas creció con la incorporación de grandes sectores populares desorganizados provenientes mayoritariamente del Partido Liberal confluyendo con los sectores organizados: la llamada “resistencia”. La CNRP pudo haber dirigido el proceso creciendo en alternativa independiente aprovechando la ruptura del Partido Liberal y organizando a los nuevos sectores que se sumaban, sin embargo el stalinismo y otros sectores provenientes de la UD vieron la oportunidad de liberarse del control democrático de base que existía en la CNRP y avanzar en acuerdos políticos con el Melismo, dando origen al FNRP. Su funcionamiento cambió drásticamente pasando de la democracia interna al control burocrático desde la cúpula de todo el movimiento, viéndose fortalecida por las contradicciones y confusiones de los otros sectores de izquierdo y por la tradición caudillista que incorporaron los sectores provenientes del liberalismo.

En este período se dieron las más grandes luchas de carácter nacional en la historia de Honduras. Meses de lucha callejera contra el golpe que finalmente fue derrotada. El sector más golpeado con esta derrota fue el movimiento popular organizado blanco de la furia del golpismo y dirigido burocráticamente por el melismo que apostó al pacto con el régimen para trasformar la lucha callejera por lucha electoral. Las organizaciones magisteriales y sindicales fueron desarticuladas adoptándose un funcionamiento vertical cada vez más separado de los trabajadores del campo y la ciudad en particular de la juventud. De tal manera que la dirigencia burocrática se fortaleció como producto de las derrotas que ella misma facilitó.

En el 2015, en medio de la derrota del movimiento popular y con el gobierno de Juan Orlando Hernández fortalecido, surgen las multitudinarias marchas de las antorchas llamadas de “los indignados”.

Las marchas no son continuación de la “resistencia” ni son expresión del movimiento popular y mucho menos de la clase obrera, tampoco de las organizaciones territoriales. Se trata de un nuevo fenómeno originado por el constante ataque al nivel de vida de la población tanto a través de las condiciones laborales como mediante el duro paquete impositivo aplicado en los últimos años. Tanto sus demandas (todas ellas de carácter democrático) como sus métodos (marchas cívicas) y su composición social (clase media, sectores populares no organizados y trabajadores precarizados) nos indican que se trata de un fenómeno que es expresión distorsionada de la profunda crisis del sistema capitalista hondureño y su institucionalidad pero que no rebasan los límites de la propia institucionalidad burguesa sino que buscan soluciones al interior de la misma.

A diferencia de la “resistencia” y desde el punto de vista político, estos sectores son mucho más atrasados políticamente. Tienden a la confianza en el imperialismo y a sectores de la burguesía enfrentada a JOH. Rechazan la organización y los métodos democráticos, escudándose en las “redes sociales” y la “juventud indignada”. (Amaya, Indignados contra la corrupción, 2015)

Contrario a lo que afirman los medios, la dirección política de las marchas no son los grupos juveniles como en otras rebeliones ocurridas en el mundo. Detrás de los jóvenes están los partidos de oposición parlamentaria, Ong’s y sociedad civil; que nutren de propuestas políticas al movimiento (demanda de la Comisión Internacional Contra la Impunidad, juicio político a los fiscales y al presidente), que cierran filas para evitar que el movimiento se estructure orgánicamente y se autodetermine democráticamente para mantener el control político del mismo para forzar una negociación con el régimen sobre cuotas de poder que los posicione en mejores condiciones en las elecciones del 2017.

Esta característica del movimiento “indignado” es la que finalmente impidió su triunfo, al diluirse sus consignas fundamentales por abandono (“fuera JOH”), por cooptación del imperialismo (la “CICIH” por la “MACCIH”). Los intentos de radicalizar las movilizaciones con llamados a paros cívicos fracasaron por la composición social de los “indignados” y la falta de participación de la clase obrera.

La crisis de representación

Un aspecto fundamental de la actual coyuntura es la crisis de representación. De un lado, a nivel de partidos políticos, se ha consolidado la práctica del dueño de los partidos, que imponen su voluntad de arriba hacia abajo tanto a lo interno de sus partidos como en las instituciones estatales, de tal modo que se controla a las bases mediante el recurso clientelar o el caciquismo. Esto provoca una profunda desconfianza en los mismos, ya que existe la convicción en el pueblo que nadie los representa (ello no quiere decir que se adopte una actitud abstencionista ni mucho menos revolucionaria, al contrario se utiliza individualmente el mecanismo clientelar).

Esta crisis de representación se extiende al conjunto de la sociedad y en particular al propio sector organizado. Ni los sindicatos ni las otrora poderosas organizaciones magisteriales son representativas de las bases que representan. La histórica separación entre las cúpulas de las centrales y federaciones de las bases se ha extendido a los propios sindicatos y gremios. Las organizaciones juveniles y estudiantiles también están cruzadas por esta crisis.

Esta crisis fortalece las tendencias a las salidas individuales, burocráticas, anárquicas y espontaneas, debilitando las salidas colectivas, organizadas y por tanto la democracia directa entre los sectores obreros y populares.

Una perspectiva de crisis recurrentes

La combinación de todos los factores analizados anteriormente nos indica que lejos de haberse estabilizado el país –aún con el fortalecimiento del régimen bonapartista–, sigue abierta la posibilidad de crisis recurrentes debido a la debilidad de la economía hondureña y las contradicciones del proceso de acumulación capitalista. Las medidas neoliberales no sólo profundizan las condiciones precarias de los sectores trabajadores, también afectan a las clases medias, profesionales independientes e incluso a sectores de la burguesía contrarios al grupo de poder de Juan Orlando Hernández.

La inexistencia de alternativas diferentes al neoliberalismo en las filas de la burguesía y la falta de oposición política desde los partidos parlamentarios, son aprovechados por el sistema y en particular el gobierno para capitalizar a su favor el conflicto interburgués.

En este marco, es la movilización contra el gobierno y sus políticas la que puede desestabilizar el proyecto bonapartista neoliberal. Las condiciones para esta movilización estarán planteadas así como luchas de diferentes sectores. Sin embargo, dicha movilización sólo podrá tener frutos en la medida que el movimiento popular retome la movilización independiente y democráticamente organizada, dejando de ser apéndice de cualquier sector burgués. En particular la clase obrera es la que está más condicionada en sus luchas por la perspectiva del desempleo, sin embargo, hay un importante sector de trabajadores jóvenes que están haciendo sus primeras experiencias laborales, y que empiezan a cuestionar dichas condiciones junto al cuestionamiento a la clase política y a las direcciones del movimiento popular. Muchos de ellos están en las universidades.

Se abre una coyuntura en la que junto a las ilusiones en salidas inmediatas e individuales a la crisis hay una mayor predisposición a escuchar otras alternativas no condicionados por las dirigencias como fue el período de la lucha contra el golpe. Sin embargo, debemos recordar que estas nuevas generaciones parten casi de cero en su nivel de conciencia, sin memoria histórica y con una visión muy superficial de la realidad y de la política.

Orientación y política

En medio del retroceso general, una política y orientación revolucionarias parten necesariamente del nivel de conciencia actual de la clase obrera y en particular de la juventud trabajadora. Pero a diferencia de las corrientes reformistas o ultraizquierdistas, la política revolucionaria busca dar una respuesta a la problemática actual con propuestas anticapitalistas haciendo centro en la clase obrera y sus sectores más explotados: la juventud y la mujer.

Desde este punto de vista la orientación central del nuestro grupo debe estar centrada en la propaganda, en la explicación paciente de la realidad hondureña y las propuestas estratégicas para poder transformarla. Debemos acompañar las diferentes luchas sabiendo que en la mayoría de los casos estas tendrán dinámicas propias y que la labor del partido no es enseñarle a las masas a luchar, cosa que ellas pueden hacer por su propia cuenta, sino a enseñarles que dichas luchas deben encadenarse y plantear las exigencias correctas que nos lleven a enfrentar al conjunto del sistema. En otras palabras no se trata de educar en la lucha en general sino en la lucha revolucionaria para acabar con el sistema capitalista.

Nuestro punto de apoyo debe ser la consolidación del trabajo juvenil en las universidades orientados hacia la juventud y la mujer trabajadora fortaleciendo nuestros instrumentos de propaganda. Desde allí trataremos de avanzar en los desafíos de construir una nueva estrategia revolucionaria independiente de los trabajadores que levantamos en la Izquierda Revolucionara.

Bibliografía

Amaya Amador, R. (1963). El camino de mayo es la victoria. El Progreso: ERAA.

Amaya, C. (2014). Tras la sombra de Carías. Tinta Roja.

Amaya, C. (2015). Indignados contra la corrupción. Obtenido de http://www.socialismo-o-barbarie.org/?p=5209

FOSDEH. (2015). FOSDEH. Obtenido de http://fosdeh.com/tag/deuda-externa/

Socialismo o Barbarie Internacional. (1 de Mayo de 2015). Llamamiento por un reagrupamiento internacional de los trabajadores. Obtenido de http://sobhonduras.org/index.php/otras-publicaciones/prensa/revista-tinta-roja-1/tinta-roja-5/382-llamamiento-por-un-reagrupamiento-internacional-de-los-revolucionarios

Wikipedia. (s.f.). Obtenido de https://es.wikipedia.org/wiki/Historia_econ%C3%B3mica_de_Honduras

 


[1] (Socialismo o Barbarie Internacional, 2015)

[2] Ver (Amaya Amador, 1963)

[3] En el típico régimen democrático, los problemas de la burguesía se arreglan en el juego electoral entre los distintos sectores de ésta que buscan apoyo en las clases media y obrera. Más allá de su carácter electoral, el sostén de clase de estos regímenes democrático burgueses es el acuerdo con la clase media sobre el mantenimiento de un mecanismo electoral democrático.

El bonapartismo, como régimen intermedio [entre la democracia burguesa y el fascismo], nace de los avances de la contrarrevolución burguesa y las derrotas de las masas, se apoya en la burocracia y fundamentalmente en las fuerzas armadas.

Otro rasgo del bonapartismo es que, al ser un gobierno reaccionario casi en estado puro, que no se combina ni se apoya en ningún sector popular, se desnuda como el gobierno casi directo del capital financiero.

[Revolución y contrarrevolución en Portugal. Nahuel Moreno. Edición electrónica diciembre 2001.]

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